El núcleo de todo viaje de fin de curso y el elemento más importante para que vaya bien es la convivencia entre el grupo de participantes. Dado que los grupos están conformados por alumnos y alumnas que, al menos, llevan ya un año conviviendo – cuando no varios cursos – es una convivencia que ya funciona con dinámicas propias y de acuerdo a las relaciones de confianza y amistad establecidas a lo largo del curso.
Así, los viajes de fin de curso no se realizan en el vacío. No involucran a grupos cuyos participantes no se conocen anteriormente, lo cual es un elemento fundamental a tener en cuenta en la preparación del viaje. Por ello, tienen en cuenta estas relaciones ya establecidas, y uno de sus puntos fuertes es que las reafirman y las hacen más profundas, al continuarlas en espacios distintos y con actividades que aumentan la diversión y la confianza entre ellos.
A su vez, los viajes de fin de curso son una gran oportunidad también para fomentar el establecimiento de nuevas dinámicas, de relaciones entre compañeros y compañeras que a lo mejor hasta ese momento no habían compartido mucho tiempo.
El método que posibilita tanto el refuerzo de las amistades ya establecidas como el desarrollo de nuevas es la diversión. El pilar fundamental de los viajes de fin de curso es el disfrute a través de actividades multiaventura, náuticas, deportivas, juegos, gymkhanas… Una gran cantidad de opciones que para muchos de los participantes son novedosas y lejos de lo acostumbrado, y cuya experimentación en grupo, lo refuerza y amplía.
