Si por algo destacan los meses de primavera y verano en los colegios e institutos, no es sólo por la cercanía del final de la tercera y última evaluación, y con ello la llegada de las vacaciones, sino también porque son las fechas en las que se realizan los esperados viajes de fin de curso.
¿Por qué este evento es uno de los que más ilusión produce en niños y niñas? ¿Qué tienen los viajes de fin de curso que los convierten en un momento único y destinado al recuerdo? Desde Respira Ocio y Tiempo Libre, contando con nuestra experiencia en realización de viajes de fin de curso desde hace más de diez años, conocemos varios de los motivos que hacen este momento tan importante para el desarrollo de los escolares.
Uno de ellos, precisamente, es el tiempo en el que se ubican. Como su propio nombre indica, los viajes de fin de curso se realizan hacia al final de año escolar. Es por tanto un premio al esfuerzo desarrollado durante todo el año, a lo largo de tres evaluaciones y un calendario de estudio y actividad continuado. Los viajes de fin de curso suponen poner en pausa las rutinas habituales y asomarse a nuevos espacios y actividades, participar en nuevas rutinas y descubrir nuevas formas de diversión asociadas a otros entornos distintos al del día a día.
Es por ello que los viajes de fin de curso muchas veces están en mente de los niños y niñas ya desde el inicio del curso académico, por muy contradictorio que esto pueda suponer. Mientras que tradicionalmente, este tipo de viajes se realizaban únicamente al final de determinadas etapas como Secundaria o Bachillerato, actualmente son habituales como broche a cualquier curso.
Así, no es necesario terminar un ciclo escolar importante para que el grupo de escolares puedan disfrutar de unos días de convivencia y diversión, sin dejar de lado el aprendizaje que toda actividad de ocio escolar debería llevar asociada.
